domingo, 28 de octubre de 2007

Suciedad, blanco escoria frente a la fuente de los deseos. Veces como esta desearíamos dejarlo todo aunque sea por un momento, donde todo lo mágico se desintegraría en una planicie de luces fosforescentes. Jugar a las cartas seria uno de mis pasatiempos favoritos, si no fuera por esas siluetas que se esconden detrás de los adoquines sin pintar, ojalá fuera de esos idiotas que se ríen por unos centavos.
Las focas que sufren por la alegría de sobrevivir no parecen despiertas a esta hora de la medianoche (ellas no lo saben). Juegan a esconderse de las leyes de la gravedad y de la ciencia, que piensan que no serían eficaces si no fuera por las brújulas de diamantes. Rezaban oraciones sin sentido por largas horas mientras dormitaban los árboles, sufrían ataques de locura al atardecer y empezaban por comerse los dientes como aperitivo luego de la cena. Las frases incompletas solían llenarlos de placer, aunque esperaran al amanecer para prenderse fuego.
Se llevaron consigo aquellos pocos segundos de juventud que les quedaban, los escondieron en un armario, y decidieron quedárselos de souvenir.

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