sábado, 30 de mayo de 2009

Fieras reliquias me esperaban al borde del precipicio, era un placer no verlas caer, aunque me desesperaba un poco escucharlas aullar de noche. En un pequeño paso casi di por perdido el último segundo de desdicha que se encontraba en mi camino, pero después de un breve lapso de serenidad escuche temblar la mesa menos lejana.
Por favor, no dejen sobre la laguna a las flores del verano, se pueden ir abajo, y llevarse consigo a toda la temporada.
En un callejón sin salida me aguardaba aquella persona que más quería encontrar. No sabía bien por qué. No sabía. Era un instante que se alejaba y parecía cada vez más largo, y lentamente se fue diluyendo. Si no se diluyera no importaría, no valdría nada.

Pájaros