viernes, 21 de septiembre de 2007

Soñar no es una cuestión de principios, alguien supo decir en esa mañana donde el trueno verde de la alegría audaz había acorralado a todos los idiotas de las ciudades alegres. Nadie hubiera sabido que el sol dejaría de brillar esa misma noche de estrellas pocas, que algunas veces brillaban titilando, como las luces de giro de aquellos camiones ambulantes.
Felicidades, dijo el conserje, y el rey sonrió, a veces sabia aprovechar las circunstancias y dejarse llevar por los impulsos, por las sensaciones, por todos los hombres que saben decir que no y que saben dar patadas de burro. Un filosofo giraba sobre la hamaca, escribiendo poemas en su cabeza, escribiendo historias de amor sin enamorados ni ardillas tristes. ¿Quién hubiera pensado en esa navidad? Solo los dioses llevan escarapelas amargas, menos mal que sopla el viento en esta breve condena.
La vida es poca cosa para las mujeres que no lloran, porque saben perdido su minuto mas arduo, mas feliz, mas lejano del puente de las visitantes. Niños no crezcan, sabia decir la luz. No creo que me lleve a ningún lado este pensamiento, pero el perro que llevo dentro de mi caparazón escucha mieles agrias, fieras, leones.
Mañana será el día de las luchas, a veces no lo sabemos de antemano, a veces subimos mas alto que los ascensores de los barrios humildes, a veces pensamos en dejar de escribir los girasoles con palabras consonantes.
Pueblos, ciudades, murallas, aves, soles, goles, soles que son goles, y gritos de gol que se confunden con pequeñas bromas de payasos mal pagados. ¿Hacia donde van los vientos? Llevan lejos a las hojas que no se quieren quedar en ningún lado. Jamás pregúntenme por mis dioses, los escondí en el armario, para olvidar sus nombres, sus edades, sus creencias, no me dicen nada mas que números, confundidos con las cosas que esconden en sus imanes. ¡Olvídalo!, no lo nombres, es fugitivo, como el humo de un cigarrillo mal apagado que se aburre de dormir, que se sienta en la escalera como cualquier otro sabio barato. La verdad que me quisiera esconder por un rato también en algún capó de algún auto mal estacionado, una mujer se escondió detrás mío y me guiño el ojo, no supe que hacer, no pude verla, huí un poco mas rápido que la velocidad de esas luces oscuras que no vemos, que no sentimos, pero damos vueltas igual. Ojalá me entienda alguien que no se donde estoy cuando pienso en mi ida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto esta bueno, sisi, ale. Te recomiendo: Jardindejaimes.blogspot.com
Salud!